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Guión de la Obra «Cundeamor»

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Hola, hola, linda jornada para tod@s.

Hoy les traigo este guión que rescaté junto al maestro Adalet, a partir de la transcripción que hice desde sus memorias.

Es una obra original de Fransisco Garzón Céspedes, que el Proyecto Adalet-Teatrozo ha montado en diferentes espacios teatrales durante este verano 2025.

Espero lo disfruten como lo he podido vivir yo.

Alegría de vivir

¿Les cuento una anécdota? Esta obra la escuché cuando era pequeño en mi pueblo natal. ¿Quién iba a pensar que 30 años después lo llevaría a escena con el maestro que escuchaba y veía en la televisión cuando era un infante?

Vaya honor para mí.

Por apuros, tampoco le he delimitado por escenas. Eso es fácil… La ambientación de campo… Tampoco detallo sobre música, sonido e iluminación.

¡Álzase el telón! Llega la magia de un ser intrépido, curioso y simpático que logra alcanzar mucho más de lo que se propone.

Cundeamor

Personajes:

Cundeamor (voz dulce)

Pedro (voz latosa)

Loro (Repite tres veces la mayoría de las cosas que dice eh, eh, eh)

Búho (Repite un par de veces muchas de las cosas que dice, Voz profunda, grave)

Brujas (Voces estridentes)

Narrador

Narrador: Había una vez, hace muchísimo tiempo en el país de la imaginación, un pueblito escondido entre las montañas donde vivían dos hermanos. Este se llamaba… Pedro. Pedro era Alto como una torre y fuerte como un leño. Pero no le gustaba más que comer y dormir. Ah. Pero también se preocupaba mucho por el dinero. El dinero le interesaba muchísimo a Pedro, siempre y cuando pudiera obtenerlo sin trabajar.

Narrador: Pedro, Pedro, suéltale la gorra al niño. Pedro, por favor, suelta. Discúlpame, disculpa. ¿Eso se hace? ¿Verdad que no? Pedro era ignorante y egoísta, holgazán y cobarde.

Narrador: Y el otro hermano, ¿cómo se llamaban? Se llamaban Cundeamor. ¿Saben por qué se llamaban Cundeamor? Porque era chiquitico como los frutos del Cundeamor. Siempre andaba de un lado a otro preguntando y aprendiendo, pidiendo que le enseñaran nuevas décimas, nuevos refranes…, y adivinazas. (T) Pero Cundeamor y Pedro no se llevaban muy bien.

Cundeamor: Pedro, hermano, mira, ayer me fui a la casa del viejo zapatero y me dijo una adivinanza para que yo la pensara y mañana se la respondiera. ¿Qué tiene seis pies y camina solamente con cuatro? Uh, uh, uh.

Pedro: Esas son cosas de requete pequeñitos como tú. ¿Cuál es el valor de una adivinanza? ¿Sabe acaso como un pastel? Ay, me voy, Frijolito, porque si cojo… Adivinanza, ni adivinanza. Bdhhh…

Narrador: ¿Escucharon a Pedro? ¿Qué piensan de Pedro? ¿Es bueno o es malo? ¿Y quién le quiere decir la adivinanza a Cundeamor? (T) ¿Qué tiene seis pies y camina solamente con cuatro? Quien tiene seis pies y camina solamente con cuatro es… ¡El Jinete! Las cuatro del caballo y las dos de él.

Muy bien. Pues sí, pues sí. Y me lo crean o no me lo crean. Miren, en aquel poblado perdido entre las montañas se desató una epidemia de fiebre. Todo el mundo en el caserío tenía fiebre. Los días pasaban uno tras otro y la fiebre seguía. Pero Cundeamor, cansado ya de levantarse y acostarse con fiebre decidió ir a un valle que había entre las montañas donde los más ancianos del poblado decían:

Ancianos: Existe un clima tan saludable en aquel valle, que todo el que allí vaya se curará de cualquier enfermedad.

Narrador: Claro que había un problema, como ninguno de los habitantes del poblado iba hasta el valle, las hierbas y los árboles habían borrado el camino. (T) Pero como Cundeamor era valiente se dijo:

Cundeamor: Encontraré el camino y alguien que me lo indique. Y en último caso, andar por el monte siempre es bueno. Si no encuentro el camino, tal vez el viento de la montaña o las aguas cristalinas del río me mejoren de la fiebre. Y además, algo aprenderé.

Narrador: Emprendió viaje después de andar un largo tiempo. De detenerse a contemplar un arco iris lejano y de ayudar a un conejito a trasladar sus hijos para una nueva madriguera. (T) Bueno, él iba muy feliz caminando, caminando, caminando…, por el monte cuando de pronto se encontró…

Grupo Teatrozo Obra de teatro Cundeamor

Búho: Buenos días, buenos días, ¿estás perdido? Nunca te he visto por aquí.

Cundeamor: ¿Quién es usted?

Búho: El Búho.

Cundeamor: Buenos días, señor Búho. ¿Cómo está?

Búho: Muy bien, muy bien. ¿Qué se te ofrece?

Cundeamor: Mira, lo que pasa es que yo… Allá en mi pueblo donde yo vivo hay una epidemia de fiebre y todo el mundo tiene fiebre, pero los ancianos de mi pueblo, ellos dicen que si yo voy al valle o cualquiera que vaya al valle con fiebre, allí puede encontrar la cura que mi pueblo necesita.

Búho: Oh, muy bien.

Cundeamor: ¿Usted me puede llevar al valle?

Búho: Yo nunca he ido al valle, nunca; pero yo tengo un amigo, mi compadre el Loro, él se sabe todos los caminos. 

Cundeamor: Y, ¿dónde está el lorito ese?

Búho: El Loro está en el medio, medio del monte.

Cundeamor: Ah. ¿Usted me puede hacer el favor de llevarme con él?

Búho: Bueno, bueno, sí puedo, pero…, eso no es tan fácil. Primero tienes que ayudarme con una gran tarea.

Cundeamor: ¿Una gran tarea?

Búho: Sí. Es que tengo un refrán perdido en la memoria y no lo puedo encontrar.

Cundeamor: A mí me gustan mucho los refranes. 

Búho: ¿Sí? A ver si este te gusta, dice… (Comienza a toser y rasparse la garganta) 

Cundeamor: ¿Qué le pasa?

Búho: Nada, nada. Me estoy limpiando las cuerdas vocales.

Cundeamor: Ah, ya, ya. 

Búho: Dice, dice: Quien más temprano llega, más… Ay, no es así. Espérate. Es que hace tiempo lo estoy buscando y no lo encuentro. Es que me tengo que organizar.

Cundeamor: Quien más temprano sale, más temprano llega.

Búho: ¡Eso, eso! Quien más temprano sale, más temprano llega.

Cundeamor: El pájaro madrugador llega más lejos.

Búho: (respira raspando la garganta) Oh, oh, oh. Ahora sí. Quien más temprano sale, más temprano llega. Sí, sí. El pájaro madrugador llega más lejos. Porque madruga. Ja, ja, ja. Y, el que madruga…

Cundeamor: Dios lo ayuda.

Búho: Ja, ja, ja. ¡Ay, qué maravilla! Qué feliz estoy. Entonces, ¿quieres que yo te lleve donde está mi compadre el Loro?

Cundeamor: Sí, sí, por favor.

Búho: Ven por aquí, por aquí. Me has caído muy bien. Es aquí. ¿Lo ves?

Cundeamor: ¿Dónde?

Búho: Mira en lo alto de las ramas de los árboles. Allá, allá. Me tengo que ir, estoy muy apurado. Grítale, grítale fuerte, porque a veces está medio entretenido.

Cundeamor: Hasta luego, amigo Búho.

Búho: Hasta luego, ahí lo tienes.

Cundeamor: Hasta luego.

Búho: Estoy muy apurado.

Cundeamor: Sí, hasta luego, señor Búho. Muchas gracias. Estoy muy agradecido. ¡Loro! ¡Lorito!  

Narrador: Y llegaron hasta el centro del monte. Allá en lo alto, entre la copa de los árboles de mangos, estaba el loro. Que brincaba alegre hasta la mata de yagruma, y de la mata de yagruma a la de guayaba, y de la mata de guayaba a la de mamoncillo… Volaba, y volaba, hasta que de pronto… 

Grupo Teatrozo Obra de teatro Cundeamor

Loro: Oah, oah, oah. ¿Quién me llama? ¿Quién me llama? ¿Quién me llama?

Cundeamor: Soy yo.

Loro: ¿Quién eres? ¿Quién eres? ¿Quién eres? 

Cundeamor: Yo soy…, Cundeamor. Mire, el señor Búho me dijo que usted es su compadre.

Loro: Ah, sí, él es mi compadre, compadre, compadre. ¿Qué se te ofrece?

Cundeamor: Es que mire, allá en mi pueblo donde yo vivo hay una epidemia de fiebre. Y todo el mundo en el pueblo tiene fiebre. Y yo decidí venir acá porque los más ancianos de mi pueblo dicen que quien vaya al valle; allí puede encontrar la cura que mi pueblo necesita y yo he venido para llegar hasta el valle pero no sé como. El señor Búho me dijo que usted me podría ayudar… 

Loro: Ueee. Ueee. Ueee. Claro, claro, claro, clarísimo, claritísimo, oh, oh, oh. Yo te puedo llevar al valle, como no; con mucho gusto y sana distinción.

Cundeamor: Que bueno, pues, no hay tiempo que perder mi pueblo está muy enfermo

Loro: Espérate que no es tan fácil, no es tan fácil. Primero tienes que pasar una gran prueba, prueba.

Cundeamor: ¿Una prueba?

Loro: Sí. Primero tienes que decirme un trabalenguas, un trabalenguas y tres adivinanzas, adivinanzas, adivinanzas.

Cundeamor: ¿Un trabalenguas? A mí me gustan mucho los trabalenguas.

Loro: Escucha, escucha, escucha.

Cundeamor: Sí.

Loro: (En forma de melodía ascendente) ¡Ah, jahjahjahjahjahhh!

Cundeamor: ¿Qué te pasa?

Loro: Nada, nada, nada. Estoy calentando las cuerdas vocales, vocales, vocales.

Cundeamor: Igual que el señor Búho.

Loro: Sí, claro, mi compadre, dice así. Eh, eh. Si mucho coco comiera, ah, ah, ah… Mucho coco tumbara, ahh, pero como poco coco como, poco coco tumbo. Uo, uo, uo.

Cundeamor: Yo me la sé hasta más largo. Sí, sí. Si mucho coco comiera, mucho coco tumbara, pero como poco coco como, poco coco tumbo. Y poco coco tumbaré, mientras otros no coman coco conmigo.

Loro: ¡Qué maravilla, qué maravilla, qué maravilla! Ay, ay, ay, qué bonito, qué bonito, qué bonito.

Cundeamor: Usted es muy simpático, señor Lorito.

Loro: Sí, claro, es que me has puesto contento, contento. Creo que vamos a ser buenos amigos. Qué bueno. A ver si los niños se lo saben. Vamos a ver, vamos a ver. Niños. A ver…

El Narrador interactúa con los niños.

Cundeamor: Entonces me va a llevar al Valle del Loro.

Loro: Sí te voy a llevar, pero antes, recuerda: un trabalenguas y tres adivinanzas, adivinanzas, adivinanzas.

Cundeamor: Bueno, también me gustan las adivinanzas.

Loro: Dice, dice: un rastrillo de cinco dientes que muchas veces al día necesitamos.

Cundeamor: Un rastrillo de cinco dientes que muchas veces al día necesita. Ay, yo la sé, mire, ese riqui, riqui, riqui, chiqui

Loro: Esa misma. Esa misma.

Narrador: Veamos si las niñas y los niños saben la respuesta. ¿Alguien sabe qué es? (Si es necesario, la repite.)

Cundeamor: ¿Y la segunda adivinanza cuál es?

Loro: La segunda adivinanza dice, dice. Dos carneros tengo que de noche se ocultan bajo cáscaras de nueces.

Cundeamor: Yo me la sé, mira. (Se acercan).  riquichiqui, racarraca, chucuchucu.

Loro: Ua, ua, ua. Esa misma, Cundeamor, esa misma, esa misma.

Narrador: (Guardando los títeres) Niños, a ver, dice así.

Dos carneros tengo que de noche se ocultan bajo cáscaras de nueces.  ¡Los ojos! ¡Un aplauso fuerte!

Loro: Ay, qué niños más inteligentes, inteligentes, inteligentes.

Cundeamor: Sí, y a la tercera va la vencida. ¿Cuál es?

Loro: Dice así. Un muro rojo con muchas casitas blancas dentro, ¿qué cosa es?

Cundeamor: Yo me la sé, escucha. (Se acercan). Cuchín, tantán, pirulán. 

Loro: Esa misma, esa misma…

Narrador: ¿Alguien sabe la respuesta? (Si hace falta la repite).

Loro: Ua, ua, ua. Ahora sí, ¿Estás listo? Vamos, te llevaré al valle, al valle, al valle.

Cundeamor: ¡Sí, vamos!

Vuelan juntos un instante.

Narrador: Qué maravilla. De esta forma el Loro llevó a Cundeamor hasta la misma entrada del valle. Y allí en el valle, ¿quiénes estaban? Un foro de brujas que danzaban cogidas de las manos alrededor de una  hoguera, minetras cantaban…

Grupo Teatrozo Guion de la obra Cundeamor

Brujas: (Cantan) Lunes, y martes y miércoles tres; lunes, y martes y miércoles tres; lunes, y martes y miércoles tres

Cundeamor: (entrometiéndose) Jueves y viernes y sábados seis.

Brujas: (Alarmadas) ¿Tú quién eres que nos has arreglado tan bien nuestra canción? Quien ha hecho esto merece un premio.

Cundiamo: Mi nombre es Cundeamor y estoy aquí porque tengo una fiebre que no se me quita, ni de día ni de noche; y en mi pueblo todo el mundo tiene fiebre. Miren, los más ancianos del poblado dicen que aquí en el valle puedo encontrar la cura que mi pueblo necesita…

Bruja: ¡Ay, claro que sí! Ahora verás… Cierra los ojos, Cundeamor. ¿Así te llamas?

Cundeamor: Sí, me llamo Cundeamor.

Bruja: ¡Ay, qué nombre tan lindo! ¡Ay, sí! ¡Ay, qué nombre tan bonito! Cierra los ojos, Cundeamor. Pero no los abras…

Cundeamor: Los tengo bien cerrados.

Bruja: Saca la lengua.

Cundeamor: La tengo afuera.

Bruja: ¡Sas, Sarasi, sas! Tócate la frente, a ver.

Cundeamor: (Entusiasmado ) Se me ha quitado la fiebre.

Bruja: Y además, tenemos un premio para ti.

Cundeamor: ¿Un premio? ¿Por qué no me dan algo que no…

Bruja: Vaya, aquí está. Toma esta bolsa llena de oro para ti. 

Cundeamor: (Parece no importarle el oro) Muchas gracias, pero ay, no. Mire. ¿Por qué no me enseñan algo que no conozca?

Bruja: No podemos enseñar nuestros secretos y tradiciones. Además, tenemos que seguir cantando nuestra canción. Vengan, canten todos, brujitas y brujitos, ¡canten! Lunes y martes y miércoles tres. Jueves y viernes y sábado seis. Lunes y martes y miércoles tres. Jueves y viernes y sábado seis.

Narrador: Cundeamor dejó a las brujas ahí dando vueltas alrededor de su caldera, cantando, contentas; y él regresó al pueblo. Iba feliz porque tenía nuevos amigos. ¿Quienes eran sus amigos? Pues nada más y nada menos que el búho, el Loro y el aquelarre de brujas. ¿Y saben qué hizo él con el oro? ¿Se lo guardó para él? ¿Qué creen? No, él lo compartió. Cogió el dinero y se lo repartió a todos los amiguitos que estaban enfermos. En eso llegó su hermano… ¿Como se llama…? Pedro.

Pedro: ¿Qué estás haciendo? Una bolsa de oro. A ver…

¡Oh, esta vacía! ¡Grandísimo tonto! ¡No sabes vivir la vida!

Narrador: Cundeamor le contó a Pedro todo lo que le había sucedido. ¡Ah, pero Pedro únicamente dijo!

Pedro: ¡Y repartiste todo el oro, grandísimo tonto! ¡Mañana mismo me voy a buscar a las brujas! Me quitarán la fiebre y me darán diez, veinte, treinta, cuarenta, mil bolsas de oro. No sabes vivir la vida.

Narrador: Y por primera vez en su vida, esa noche, Pedro no durmió. Se levantó bien temprano y se fue al monte. (T) Camina que te camina… Y en el monte, ¿saben a quién se encontró? (Espera a que respondan) ¡Al búho!

Búho: Buenos días, ¿tú quién eres?

Pedro: Yo me llamo Pedro y quiero que me digas dónde está el Valle.

Búho: Yo no sé donde está el valle, pero mi amigo el Loro se sabe todos los caminos.

Pedro: Pues llévame con ese perico.

Búho: No sin antes resolver un refrán…

Pedro: ¡Ay, qué refrán ni refrán! Lo único que quiero es que me lleves al valle.

Búho: Aunque supiera no respondo a maleducados sin modales como tú. Adiós. (Marchándose). Arréglatelas como puedas.

Pedro: ¡Lárgate, avechucho! Bahh. ¡Qué estúpido eres! No me quiso decir dónde estaba el valle?

Búho: (Marchándose). Bicho feo. Arréglatelas como puedas.

Pedro: No me quiso decir dónde estaba el valle. Bah. Yo lo buscaré solo, no necesito de nadie.

Narrador: De esta manera el maleducado de Pedro continuó andando por el monte, en busca del camino… ¿Y saben con quien se encontró?

Pedro: Ja, ese debe ser el pajarraco que me dijo mi hermano. Oye tú, perico.

Loro: Oah, oah, oah. ¿Tú quién eres, quién eres, quién eres?

Pedro: Bah, que loco está este pájaro. Yo soy Pedro y vine para que me lleves al valle.

Loro: Para llevarte tienes que resolver trabalenguas y adivinanzas, adivinanzas, adivinanzas.

Pedro: Qué adivinanzas, ni adivinanzas. Yo no estoy para esas estupideces.  

Loro: Eh, Que bicho tan feo y bruto este. Que bruto, que bruto, que bruto.

Pedro: Bah, me largo, no te necesito, pajarraco.

Narrador: ¡Qué feo! ¿Verdad? Así, Pedro, por su falta de modales, se encontraba una vez más solo por el monte.

Pedro camina por el público.

Pedro: ¿Quien de ustedes sabe donde está el valle? (Señalando a quien le parezca mejor) ¿Tú me llevas? Ven, móntame a caballito.

Se mueven por el espacio de regreso al escenario, pero lo más distante posible del retablo o mochila.

Pedro: ¡Sí! ¡Muévete, caballito! ¡Dale, caballo! ¡Dale! Por fin hemos llegado al valle. Espérate, antes de sentarte déjame darte las gracias.

Pedro de malagradecido golpea a quien le cargó hasta el valle y continúa su camino protestando.

Pedro: Uf, me sofoco de andar por estos parajes tan feos. Déjame ver si encuentro a las brujas esas. (Mientras vuelve al retablo o mochila, de espaldas al público) ¿Dónde estarán? Deben tener una facha horrorosa. Ajá, allá están danzando. Mira qué bailadera tienen. Juh. Déjame acercarme.

Mientras Pedro se acerca de espaldas al público, se escucha a bajo volumen el canto de las brujas.

Brujas: Lunes y martes y miércoles, tres. Jueves y viernes y sábado, seis. (in crecendo) Lunes y martes y miércoles, tres. Jueves y viernes y sábado, seis…

Pedro: ¡Domingo 7!

Brujas: (Grito estridente). ¿Cómoooohhh? ¿Quién ha estropeado nuestra canción?  

Pedro: Yo. Yo la he mejorado.

Bruja: A quien echó a perder nuestra canción, lo cocinaremos en nuestra cazuela. Ay, feo, ¿Tú has estropeado nuestra canción?

Pedro: Yo les mejoré la canción fea esa. A cambio quiero que me quiten la fiebre…

Bruja: (Le interrumpen) Qué le quitemos la fiebre, dice. (Ríen estridente) ¿Quieres que te quitemos la fiebre?

Pedro: Sí, sí… Bueno, si no pueden quitarme la fiebre, me la dejan. Pero lo que si quiero es que me den la bolsa de oro. Bueno, una no. 10, 100, 1000 bolsas de oro. Sí, oro, mucho oro.

Brujas: (Enfadadas) Así que oro. Oro te vamos a dar a ti. Ven, acércate, que te vamos a dar tu premio.

Cuando Pedro se acerca, las brujas le entran a ramajazos.

Brujas: Toma, toma, por indeseable. Que te vamos a dar chucho hasta la entrada de Cartagena. Toma, toma…

Narrador: Bien que le dieron su merecido las brujas… ¿Y llegó? Claro que sí, pero mírenlo cómo llegó. (Muestra al títere cachicambiado) ¡Ay, mamá! Tremenda paliza.

Eso le pasó por ser tan vago, maleducado y ambicioso. (T) Y cuentan que desde entonces, a quien le sucede algo similar, dicen que tuvo: un ¡Domingo Siete!

Fin.

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Con mucho cariño,

Luciano Puentes.

Teatrozo.

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